El laberinto de la fauna

Hola humanos! Hoy vengo a hablaros del maravilloso ecosistema en el que sobrevivimos: un safari burocrático o un reality show sin premio. Le he puesto “El laberinto de la fauna” porque no sé si me estoy cruzando con funcionarios, personajes de Kafka o simplemente con humanos en modo error 404.

Seamos honestos, entiendo estas nuevas creencias de:  “tú puedes con todo". Sin embargo, lo que parece obviar la sociedad positivista es que el mundo es una mezcla entre el Cluedo y un escape room mal diseñado, donde la única pista que te dan es “vuelva usted mañana” y el asesino siempre es la Administración Pública. 

Muchos dicen “todo pasa por algo”, y yo cada vez tengo más claro que sí: todo pasa... pero por encima de mí



Este mes he sido testigo de una hazaña casi mitológica: mis amigas han conseguido apuntarse al paro. Lo juro, más fácil sería colarse en la Casa Blanca disfrazada de repartidora de Glovo. Porque conseguir cita en el SEPE es más difícil que completar las tres temporadas de “El juego del calamar” sin trauma psicológico

Y ojo, que yo estoy a favor de que los trabajadores del INEM vivan bien, tengan horarios humanos y se tomen sus pausas para el café, el yoga y las crisis existenciales. Pero claro, si para apuntarte al paro necesitas alinear los planetas y hacer la danza del Wi-Fi estable y el servidor adecuado, igual algo no está funcionando.

Mínimo 10 días intentando conectar justo en el instante místico en que Júpiter se alinea con Venus y el servidor no colapsa. Y ni así.

Por otro lado, mi “cuñada” hondureña, que ya se ha enfrentado a un examen de nacionalidad con preguntas que harían temblar hasta al 80% de los españoles, ahora se topa con otro nivel de realidad: conseguir cita para poner la huella y sacar el DNI.

Aquí es donde la cosa se pone digna de novela negra o de culebrón administrativo: resulta que los “paquistanis” se han montado un mercado paralelo de citas. Sí, venden horas de cita como si fueran entradas VIP para un concierto de rock, a 50 euros la pieza. Que oye, nada que objetar, cada quien se gana la vida como puede... pero me pregunto: ¿en qué momento la burocracia se convirtió en un mercado negro con tarifas y listas de espera?

Al ir a preguntar a la comisaría y, sin ningún tipo de vergüenza, le confirmaron que hay más gente pidiendo cita que funcionarios disponibles. Y tú ahí, con tu dinero, tu paciencia y tus ganas de ser ciudadano legal, atrapada en esta tragicomedia donde el único que gana es el que vende la hora.


Y a mí, me dejó tirada un notario. Sí, uno de esos personajes que uno imagina con toga, aire solemne y un boli que nunca pierde. Es una profesion que infude respeto, sobriedad, verdad. Pues resulta que el mio sería de aliexpress, porque a pesar de quererme cobrar 150 euros más 30 de desplazamiento por hacer unos poderes notariales, se ha comportado como un autentico imbécil. 

Quedamos a las 14 en el sociosanitario de mi padre, toda una operación logística: dos auxiliares dejando a mi padre niquelado, la asistenta movilizada, mi madre y yo en modo “entrenamiento de firma”. Todo preparado para el gran momento.

Y ahí estábamos, los cuatro, con la cara de tontos esperando. Cuando, de repente, llama la notaría para decirnos que el notario se estresó al ver un tramo en obras. Sí, un tramo en obras. Se puso nervioso, agobiado, y decidió que mejor volvía a la notaría. Olvidó que había otros tres accesos al centro por otras calles. Total, no hubo firma, ni seriedad, ni dignidad. Ni seriedad en las cosas.

Un profesional que debería inspirar respeto y solemnidad resultó ser un episodio de comedia tragicómica.

¿Cómo no vamos a estar estresados cuando para hacer cuatro mierdas tenemos que armar todo un operativo, y al final todo depende de un notario que huye de un tramo en obras como si fuera Godzilla? Cómo no estresarse si para hacer cuatro mierdas tarda uno más de lo necesario porque la infraestructura se está desarmando ante nuestros ojos. 

Así que sí, entre tramos en obras y notarios que desaparecen, la burocracia es el nuevo deporte extremo. Y nosotros, los campeones involuntarios.

Dicen que el estrés no es sano —y lo puedo corroborar, porque fue lo que aceleró y propició la enfermedad de mi padre: Parkinson. También dicen que el estrés es más antiguo que ir a pie, que es el mismo que sentían nuestros ancestros cuando les perseguía un leopardo.


Pero si me preguntáis, no sé bien qué prefiero: porque hoy en día, entre la burocracia, Hacienda y la infraestructura pública desmoronándose, casi que me da más pavor y desgaste eso que una fiera.
Al menos la pantera tiene la decencia de ser directa y no pedirte cita previa.

Al final, toda esta locura no es solo burocracia o mala suerte: es el reflejo de un sistema que funciona a trompicones y nos pone a prueba cada día. Nos enfrentamos a muros invisibles, citas que parecen leyendas y gente que, en vez de ayudar, complica todo más.


Pero lo peor no es el tramo en obras ni el examen imposible, sino sentir que estamos solos peleando contra un gigante sin reglas. Así que, o aprendemos a ser unos cracks sobreviviendo a esta fauna, o nos queda perder la paciencia… y eso, te lo aseguro, no nos conviene.

Animo con la semana. 






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