Jekyll, Hyde y yo
Hola, humanos.
Paso por aquí para comentar algo que llevo observando en los últimos días. Lo noto en mí, pero también a mi alrededor (aunque, para ser sincera, durante un tiempo pensé que solo me pasaba a mí… lo cual sería un poco narcisista y bastante pretencioso).
Así que mejor lo comparto, por si a alguien más le resuena en ese rincón interno donde conviven el drama, la contradicción… y las ganas incontrolables de salir corriendo, perderse en una playa desierta y recibir un masaje mientras sujetas un coco lleno de algún elixir vigorizante, bajo el sol de un verano eterno.
Creo que los humanos somos un gran cajón desastre donde cabe un sinfín de emociones (algunas dobladas con cuidado, otras hechas una bola y lanzadas al fondo, como calcetines en día de mudanza).
¡Y qué difícil es aprender a gestionarlas!
Hay días en los que soy una auténtica amazona: cuchillo entre los dientes, mirada fija, con la energía suficiente para derrotar cualquier problema o sentimiento de tristeza.
Y luego están los otros días… en los que, sinceramente, soy más bien como Janis Joplin en sus peores momentos: desbordada, contradictoria, huyendo de los problemas a través del hedonismo.
Como si una copa de vino, una canción en bucle o una noche desenfrenada de sexo y otras sustancias pudieran arreglar el nudo existencial que llevo dentro.
Sin embargo, cada vez es más difícil sentirse mal, triste, raro, perdido o confuso, en plena dictadura de la positividad.
Parece que todos debemos estar contentos, felices, agradecidos, como si esa fuera la única forma de sentirnos vivos.
Como si la muerte, el drama o la preocupación no fueran parte de la vida.
Como si no tuviera yo un poquito de todo eso en un solo día: orden y caos, alegría y tristeza.
Y aquí estoy, soplando y apartando esos demonios como si fuera un ejercicio de mindfulness para endulzar el camino, cuando en realidad lo único que quiero es gritar:
“¡Dejadme sentir todo esto a la vez!”
Porque, al final, no se trata solo de buscar la luz. A veces, aceptar la oscuridad también tiene su propio encanto, aunque nos cueste un poco admitirlo.
Tampoco os voy a negar que, con el ajetreo que llevamos en la vida, el cuerpo apenas tiene tiempo para una lloradita... y después seguir adelante.
Pero cuando llega la noche... cuando llega el silencio...
¡Ay!
Ahí es cuando el pensamiento cíclico te atrapa, como una red invisible que te envuelve en cada rincón de la mente.
Es como si todas las emociones que no pudimos gestionar durante el día se alinearan, esperando su turno para bombardearte a traición.
Y de repente, ya no estás tan seguro de qué demonios estás sintiendo... solo sabes que es mucho y no sabes por dónde empezar.
Sin embargo, no estamos solos.
Y los que nos aman aprenderán a entendernos en el CAOS, para guiarnos hacia el ORDEN.
También nosotros nos lo debemos: abrazar nuestra naturaleza fluctuante, cambiante.
Entender que, como considera la filosofía china, el yin y el yang existen en todo. Incluso en nosotros.
Así que si hoy te sientes frágil, contradictorio, raro, o simplemente humano, no te escondas.
No todo tiene que tener sentido ahora. No todo tiene que estar resuelto.
Permítete sentir sin traducirlo todo en productividad o en frases de autoayuda.
Permítete no entenderte, darte tregua.
Porque al final, no somos un error por sentir demasiado, sino una historia en construcción.
Y mientras tanto…
Haz espacio. Respira.
Llora si hace falta. Ríe si te nace.
Y sobre todo, no te juzgues por ser un poquito tormenta y un poquito sol.
Quizá no haya una receta mágica.
Pero a veces, simplemente saber que no estamos solos en este viaje de contradicciones...
Ya es un poco de alivio.
Y si alguna vez te sientes como una versión moderna del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, no te asustes.
No eres un monstruo por tener dos caras. Eres humano.
Llevamos dentro luz y sombra, calma y furia, ternura y rabia.
No es una falla del sistema, es el sistema mismo: una danza constante entre extremos.
Quizá el truco no está en elegir quién gana, sino en aprender a vivir con ambos.
A escuchar al que grita y también al que calla.
A ser el héroe y el villano de tu propia historia… sin dejar de amarte en el proceso.
Porque al final del día, incluso Jekyll y Hyde solo querían una cosa: entenderse.
Y quizá ahí esté la clave: dejar de pelear con lo que somos, para empezar a acompañarnos mejor.
Eva mi amazona favorita! Eres una heroína en sí misma.
ResponderEliminarTe voy a recomendar un capítulo de un libro que habla justamente del caos y el orden.. te encantará la reflexión... Un abrazo grande, un amigo tuyo que no te va a dejar sola nunca