El contexto me dejó en visto

Hola humanos, ¿cómo van esos días primaverales? 🌼

Llevo un tiempo analizando ciertos aspectos sociales de esta era raruna que nos ha tocado vivir. Aunque nos consideramos una sociedad avanzada, orientada hacia el progreso, lo cierto es que todo tiene sus matices. Y algunos... bastante oscuros.

La decadencia en Occidente se hace cada vez más evidente, sobre todo en lo que respecta a ideas y valores. Yo soy del 90, y a veces siento que pertenezco a otro tiempo. Un tiempo donde todo iba más lento, donde las prioridades eran otras. Más terrenales, menos abstractas.

No vengo a aportar nada nuevo que no hayan dicho ya pensadores como Byung-Chul Han o Soto Ivars. Pero sí quiero dejar mi granito de arena, mi prisma sobre este mundo Mr. Wonderful que estamos creando (y del que, sin hacer spoiler, la nueva temporada de Black Mirror ya lanza sus dardos. Súper recomendada, por cierto).

En el post anterior hablé de esta dictadura del positivismo en la que estamos inmersos. Como todo, tiene sus cosas buenas, sí, pero también otras bastante dañinas para nuestra especie. A veces parece que vivimos en una nueva Ilustración: la era de las luces... solo que las guían los menos iluminados. Desde la creencia, no desde la sabiduría.

Hoy en día parece que, si no estás en tu “mejor versión”, tu vida no vale. De ahí brotan esos mantras que suenan tan bonitos como exigentes:

“Si lo crees, lo creas.”
“Lo que piensas, lo atraes.”
“Sé la mejor versión de ti misma. No necesitas a nadie más.”

¿Empoderadores? Sí. ¿Inspiradores? También.
Pero ojo: pueden derivar en frustración, ansiedad, sensación de estar fallando… porque todos estos mensajes parten de una premisa no tan inocente: la libertad de elección. El famoso libre albedrío.

Y yo me pregunto:
¿Realmente somos tan libres para elegir y perseguir todo lo que queremos?
¿El poder hacer algo implica que debamos hacerlo?
Porque no todo lo que se puede... necesariamente conviene.

Antes, confiábamos nuestro destino a los dioses, al oráculo.
Ahora caminamos como si fuéramos los autores de nuestra propia novela.
Y puede que lo seamos en parte. Pero, ¿decidimos realmente siempre nosotros?

Los más moralistas dirán:

“Si no estás bien, es porque no quieres.”
“Si no haces ejercicio, es que eres flojo.”
“Si comes mal, es por falta de voluntad.”

Pero no, corazones.
No todo es culpa de uno mismo.
A veces, es el puto contexto.

Ese que te sonríe con condescendencia y dice:

“Claro que puedes hacer lo que quieras...
...pero no ahora.
...no así.
...no tú.”

Lo harás cuando yo cambie, cuando yo decida.

El libre albedrío a veces es intentar bailar reguetón con grilletes.
Es elegir entre dos opciones igual de chungas, solo que con distinto packaging.
Es decir "yo decido", mientras el contexto te guiña el ojo… y te pone la zancadilla.

En mi caso, ya lo he contado en otros posts: la familia.
La enfermedad de mi padre lo cambió todo.
Nuestro mundo se dio la vuelta como un sudoku mal resuelto.
Y no había mantra ni afirmación que pudiera sostenernos.

Porque a veces la mierda llega sin que la llames.
Aparece, se sienta, te ocupa la casa… y no se va hasta que le da la gana.

Y que venga algún positivista de manual a decirle a mi amiga Candy —que lleva cinco años sin poder caminar por una enfermedad— que "todo está en la mente", que "si lo piensas, lo atraes", que "el cuerpo responde a la actitud"… pues qué quieres que te diga.
Que se lo metan por donde les quepa.

¿Tú crees que alguien pensó en esta mierda?
¿Que Candy la atrajo?
¿Que mi familia la manifestó?

El contexto aparece y te acorrala el tiempo que quiere.
Y le importa muy poco, o nada, tu opinión.

Y sí, Sartre decía que el ser humano está condenado a ser libre.
Pero también hablaba de la situación: ese escenario que no elegimos pero que nos condiciona.
Una especie de carta de inicio en este juego donde no todos jugamos con las mismas fichas.
La libertad existe, sí, pero dentro del margen. Dentro del contexto.
O como decía él, “arrojados al mundo”, nos toca hacernos cargo… con lo que haya.

Entonces, ¿qué hacemos?

Pues lo de siempre: jugar a ser libres, sabiendo que no lo somos del todo.
Y en ese jueguito, al menos elegir qué canción suena mientras ardemos.

Porque al final, no se trata de ser libres como unicornios desbocados...
Sino de aprender a mover el culo dentro del margen que nos toca.

Con flow.
Con ironía.
Y con un dedo en alto (el que tú elijas, claro). 🖕

A los que luchan contra contextos de mierda, sin frases hechas, sin filtros, solo con coraje: este post también es para ustedes.

Porque a veces la libertad no es más que eso:
hacer lo que se puede con lo que hay,
reírse en la cara del destino,
y bailar incluso cuando el suelo tiembla.

Y si todo falla...
pues al menos que nos pille con las bragas limpias, un cigarrito en la mano y la playlist bien puesta. 💅🎧






Comentarios

Entradas populares