Si te amo, te limpio el culo

 Hola, humanos.
¿Cómo van estos días grises y algo lluviosos? Por aquí llueve tímidamente, y aunque no deja de llover, para mí ayer salió el sol.

Después de dos meses, los bichos bola (mis padres) se han reencontrado. Cuarenta años juntos y un accidente doméstico los ha tenido separados más de 60 días. Así que, si me lo permitís, hoy quiero reflexionar un poco sobre el poder curativo del amor (y también el destructivo, que todo hay que decirlo).

Pero antes, vamos a la escena del reencuentro.

Desde primera hora de la mañana, yo estaba apostada fuera de la residencia de mi madre, esperando la ambulancia con mi padre dentro. De pie, con un café doble en una mano y el móvil en la otra, cual reportera de los documentales de La 2. Todos los seres bonitos que nos quieren estaban en candeletas (qué gran expresión) esperando este día tan especial, así que no podía fallarles.

Si me conocéis un poco, sabéis que me encanta documentar todo y dejar huella gráfica de lo que sucede a mi alrededor. Otra cosa que hemos perdido… y que daría para otro post: el arte de documentar los momentos bonitos, pero no para redes sociales, sino para sacar un álbum en las sobremesas con pastas y café.

El problema es que, como en todo, no tenemos mesura: o bien hay gente que documenta hasta cuando le ponen la anestesia en el dentista, o bien hay quienes no se hacen ni una foto el día más señalado… aunque sí sacan el móvil para consultar Google Maps, leer reseñas de restaurantes o revisar los 700 mensajes sin leer del grupo de amigos. Somos un poco incoherentes a veces, ¿no?

Total, que se abre la puerta de la ambulancia y ahí está mi padre, observando todo a su alrededor, inspeccionando el terreno, analizando cuál iba a ser su nuevo "hogar". Su mirada iba de la incertidumbre de estar en un lugar desconocido a la ilusión y la alegría de saber que, una vez dentro, se reencontraría con ella.

El ambulanciero (muy simpático, por cierto) nos acompañó a la tercera planta. Por el camino le pusimos al corriente de la situación, lo que provocó que se contagiara de nuestra emoción. Incluso él se puso un poco nervioso ante tal esperado momento.

Mi padre avanzaba en silla de ruedas por aquel pasillo gris, empujado por el chico de la ambulancia. Al fondo, mi madre esperaba, apoyada en su caminador. Cuando por fin estuvieron lo suficientemente cerca, ella avanzó cojeando hasta su silla. Se besaron.

Todo el mundo miraba. Enfermeras, amistades, el ambulanciero, los visitantes… y yo, detrás de la cámara. Mi madre le acomodó la chaqueta y le arregló la camiseta, pasando suavemente la mano sobre su pecho. Un gesto pequeño, pero enorme.

Ahora ya llevan más de 24 horas juntos, y la vida ha empezado a sonar un poco diferente. Como si hubieran puesto luz y color a un día y un entorno que antes no los tenían.

Quién les iba a decir, cuando se conocieron hace 40 años, todo lo que iban a pasar. O que a los 60 necesitarían de una institución, una silla de ruedas, un caminador, una grúa. Pero aunque el tiempo lo cambia todo, hay algo que sigue intacto: la manera en que se miran. Y eso, para mí, lo es todo.

Por eso, quiero hacer una pequeña reflexión sobre el amor.

Sé que en otro blog hablé sobre cómo el amor es el antídoto para la soledad, pero en realidad es muchas otras cosas más. Es una palabra que con el tiempo hemos ido simplificando tanto que ahora nos cuesta definirla, saber qué es realmente o cómo deberíamos amar.

Hay muchos tipos de amor. Los griegos lo diferenciaban (Eros, Filia, Ágape…), mientras que nosotros lo hemos reducido a cuatro letras. Pero el amor no es solo una palabra: es una emoción, un estado del alma con una profundidad enorme.

El amor nos ayuda a mejorar, nos transforma, nos empuja a salir de nosotros mismos y aventurarnos en lo desconocido que aguarda en el otro. También nos enseña a cuidar, a velar por intereses y pasiones que no son nuestros, pero que, de algún modo, aprendemos a hacer nuestros.

Y si el amor es tan poderoso, ¿qué nos está pasando?

¿Por qué ya nada parece durar en el tiempo como lo hicieron las relaciones de generaciones anteriores?

"Es que antes no te podías divorciar y todo eran matrimonios de conveniencia."

Bueno, permítanme dudarlo. El amor ha existido desde siempre y, aunque antes las circunstancias fueran distintas, la gente entendía que amar también implica sacrificarse en cierta medida.

En mi opinión el individualismo nos está comiendo el raciocinio. 

Todas las relaciones son merecedoras de amor. Como el que se da en la amistad. Querer a tus amigos/as también implica entender sus características, sus peculiaridades, sus gustos. Amarlos en su totalidad. Pero para que cualquier relación funcione, es necesario ponerle presencia e intención.

El amor, como todo en la vida, puede sacar lo mejor de nosotros. Puede llevarnos a hacer cosas que jamás imaginamos, porque nos da alas. Es una energía que nos levanta, nos impulsa o, como en el caso de mis padres, un chute de vida que te "cura" y hace más llevadera la enfermedad. Esa es la parte bonita del amor. La próspera. Y para mí, la única que verdaderamente nace desde el corazón.

Luego están esos otros tipos de "amor" que no son amor. Esos en los que la vida se apaga, te quitan el brillo, todo son dramas y lágrimas, peleas y reproches, chantajes o desilusión. Y eso, queridos lectores, no es amor. No confundamos términos, porque así no hay manera de avanzar.

Lo sano es darse al otro. Porque amar implica reír, disfrutar, viajar, experimentar, crecer… pero también limpiar mocos, dar de comer e incluso que te limpien el culo. Sí, eso también es amor.

Quizás el entorno nos define, y yo he tenido un gran ejemplo de cómo amar. Así que es inevitable que aspire a eso. Otros dirán que soy una romántica empedernida. Puede ser. Pero mi concepción del amor va muy ligada a la lealtad.

No puedo imaginar un futuro en el que no estén aquellos que verdaderamente amo, cada uno en su propia "categoría", como los griegos. Porque, seamos sinceros, no es lo mismo el amor pasional de Eros que el amor incondicional de Filia o el paciente y resiliente Ágape. No confundamos churras con merinas.

Eso sí, hay algo que tengo claro: si te amo, me preocuparé de que tengas siempre el culo limpio. Ya seas mi amigo, mi familia o el amor de mi vida. Porque si no somos capaces de hacer eso por quienes realmente amamos… ¿Qué sentido tiene todo esto?




Comentarios

  1. Sorprende cómo la vida, por la (según algunos) aleatoria suerte o desgracia (o según otros) el inevitable e imperante destino, nos consigue hacer tan fuertes al vivir este tipo de situaciones. Por supuesto, todo eso se derrumba cuando el capitán del barco, en vez de crear un mapa mental, esquematizado y bien planteado, forjado en la experiencia y la perseverancia, no es ni ha sido nunca capaz de ni siquiera navegar por su cabeza, y tú, eras, eres y serás una navegante ejemplar. Muy feliz de ese reencuentro tan esperado, el de tus padres primero, por supuesto, pero también el todas esas piezas que construyen a uno, le permiten vivir con estabilidad, paz y bienestar. Por un sol eterno para aquellos que supieron jugar sus cartas como tú, cambiar sus normas si hacía falta y no desistir nunca, creando un nuevo camino para lo suyo y los suyos, por tí, Rita, por un sol eterno en tu vida, por hacer de la oscuridad un medio y no tenerlo miedo.

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